Esperó durante quinientas noventa y ocho lunas llenas a su media naranja, porque sí. Ella aún creía en las medias naranjas, en los cuentos de hadas y en los príncipes azules. Un día miró al cielo, pidió un deseo y, contemplando las estrellas decidió esperar...
Pero pasaron dos otoños y tres inviernos, y las hojas cayeron rendidas ante el frío gesto.
Al final, después de quinientas noventa y ocho lunas llenas, su media naranja; su propia mitad, terminó por pudrirse, y desde entonces solo piensa... En limones.